Según la revista/oráculo y hasta consejera espiritual que devoré mientras arreglaba la escoba añeja que tenía por pelo, he cometido cinco crímenes “imperdonables” en lo que vendría siendo algo así como el “Manual de Carreño” del follaje.
Ayer me masturbé. ¡Tres veces! Ocho orgasmos en total, intensos aunque de duración decreciente, gajes de la agilidad “clitoriana”. Pero estuvieron buenos. Tanto así, que sólo puedo compararlos con la sensación de recibir mi sueldo o ver a mi ex con una mina tan fea que llega a ser kitsch.
Antes de que me juzguen, dejaré en claro que no fue mi culpa. Es verdad que la falda la elegí porque engaña a la gravedad y bueno, la polera tenía un escote que en lenguaje corporal bien podría leerse como una invitación a conocer Rusia. Pero yo seguía siendo la misma respetable, honorable y “cazada”. Que los hombres confundan las señales, es otra cosa.
Tuvo problemas en el trabajo, perdió la pichanga y para colmo golearon a la U. Pero eso no justifica que el muy lindo haya decidido vengarse con un ring que ¡por poco se convierte en Sexotón!
¿Qué hace una mujer fiel cuando el macho alfa se va de viaje y las hormonas piden carnaval?
Vamos a dejar una cosa en claro. El sexo oral, estimados caballeros y distinguidas “moscas muertas”, es una parte importantísima – y a mi juicio, elemental- del buen sexo. Un momento de relajación, de conexión espiritual y más importante aún, excelente manera de “calentar motores” para la carrera en busca del big “O”.
Después de semanas comportándome como una verdadera ninfómana para ponerle salsa al plato de fideos de hospital que era mi relación, Jorge decidió premiar el esfuerzo con un curioso regalito: Depilar su (mi) “tronquito furioso”.
Dicen que el deseo sexual se ejercita y como soy ultra competitiva, desde hace un tiempo empecé a entrenar para ser la número uno en la maratón “calentónica”. Lo primero que hice fue comenzar con los ejercicios para apretar la vagina. ¿Los conocen?
«Ser la señora que recibe a los amigos del marido en los mejores eventos públicos, pero que todos se quieren tirar en secreto. ¿Es mucho pedir?», confiesa nuestra columnista.
Hoy día tuve un cara a cara con mi vagina. La miré directamente a los labios y le dije: “O me ayudas a recuperar la libido o te adelanto la menopausia. Tú eliges”.
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