Beltrán Urenda se recupera de accidente vascular en la Clínica Reñaca

urendaUna encrucijada genética fue la que marcó para siempre la vida de Beltrán Urenda Zegers (Concón, 1920). Su padre, un próspero abogado porteño y fundador del Estudio Urenda y Cía, destacaba como un orador ligado al humanismo, no obstante, sus mayores méritos siempre estuvieron ligados a los números.  Eran tiempos en que integraba el Cuarto Año de Humanidades 1935 en el Colegio Sagrados Corazones de Valparaíso, un curso notable en futuros prohombres del cual egresarían –entre otros- William Thayer; Domingo Santa María; Guillermo Elton Álamos y Oscar Ruiz-Tagle. Allí “competían” por los puestos de avanzada y se daban maña para revolverla de lo lindo. “Eran inteligentísimos, nada ‘mateos’ y muy, muy chacoteros”, evoca. Urenda, amante de las letras y la historia, sacaba los primeros puestos en matemáticas.

Por ello el padre no dudó en proponerle estudiar Ingeniería Eléctrica en la prestigiosa Universidad Santa María, a la cual entró aún sin haber egresado del colegio. Pero Beltrán no siguió. “Una cosa es ser bueno para los números y otra es llegar a ser un buen ingeniero. Había cinco horas diarias de taller y en ellas sufría mucho. De repente dije que no era mi vocación y más valía que la remediara a tiempo”, recuerda.

Su vocación eran las leyes. De pequeño lo detectó. Por eso finalmente ingresó a la Escuela de Derecho que la Universidad de Chile tenía en la calle Colón, y se convirtió en abogado. El resto es historia: egresó, descubrió su veta política, formó su familia, empezó a trabajar en el estudio de su padre, luego fue procurador de la Compañía de Navegación Interoceánica –“el puesto más bajo en el que podía entrar”- y terminó siendo director y accionista de la misma. 

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