La devolución de los mil ejemplares del libro “Ética y Servicios de Inteligencia” a su autor, ocupó poco espacio en la prensa. Sólo breves notas. Es curioso que una nada pequeña victoria de la libertad de expresión no sea difundida. Tal vez es una historia que aún incomode.
Pese a ello, el ingeniero naval y exoficial naval, Humberto Palamara Iribarne, responsable del texto que llevó a la Armada a requisar en 1993 los ejemplares antes de su publicación, está satisfecho, puesto que el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos se está cumpliendo. La sentencia fue publicada en un diario de circulación nacional y se le indemnizó con 57 mil 400 dólares.
– ¿Cómo comenzó todo?
“A comienzos de 1993, yo estaba en Punta Arenas trabajando como analista de inteligencia para la Armada. En esa época ya era civil, pues había concluido mi servicio activo con grado de capitán de corbeta a fines del 1992. Ahí fue cuando empecé a escribir un libro cuyo contenido lo conoció el Comandante en Jefe de la Tercera Zona Naval. Él no hizo ningún reparo, sin embargo lo remitió a Valparaíso y allí se dijo que el libro atentaba contra la seguridad y defensa nacional”.
– ¿Cómo comenzó todo?
“A comienzos de 1993, yo estaba en Punta Arenas trabajando como analista de inteligencia para la Armada. En esa época ya era civil, pues había concluido mi servicio activo con grado de capitán de corbeta a fines del 1992. Ahí fue cuando empecé a escribir un libro cuyo contenido lo conoció el Comandante en Jefe de la Tercera Zona Naval. Él no hizo ningún reparo, sin embargo lo remitió a Valparaíso y allí se dijo que el libro atentaba contra la seguridad y defensa nacional”.
– Pero el libro ya estaba impreso.
“Claro, entonces se mandó a allanar la imprenta. Se llevaron los pocos ejemplares y luego fueron a mi casa a buscar el resto. Ahí me llevaron preso. Estos hechos son importantes pues la Corte Interamericana estableció que hubo censura previa. Sin embargo el Estado de Chile sostenía que había personas que sí habían conocido el contenido del libro”.
– ¿Cuánto tiempo estuviste preso?
“Salí esa misma noche. Pero allí me pasaron a justicia militar. Ahí me atribuyeron una condición de militar que ya no tenía. Y después de los procesos se me condenó a 61 días de cárcel con pena remitida. Se produjeron situaciones contradictorias como que tenía que firmar en reparticiones militares, pero al mismo tiempo se me había impedido ingresar a recintos navales”.
– ¿Cómo te sentías en ese momento?
“Esa fue la parte más ingrata. A mí el sistema judicial, particularmente la justicia militar, me estaba vulnerando mis derechos. Era más fácil condenarme a mí que reconocer un error de la Armada. Hasta que finalmente un tribunal internacional vino a revertir la situación”.
– ¿Qué consecuencias tuvo el fallo de la Corte Interamericana?
“Además de establecerse que se me había restringido mi libertad de expresión, mi propia libertad, y que no se me había respetado el debido proceso, la sentencia dictó modificaciones importantes para nuestra justicia militar porque reduce la jurisdicción castrense a delitos estrictamente militares, y a su vez, que tiene que adaptarse a las normas del debido proceso”
– ¿Qué costos personales tuvo este largo periodo?
“En primer lugar sentir como eran vulnerados mis derechos. Luego, ver como todo mi núcleo me consideró un traidor. Además, me vi impedido de ejercer mi profesión como ingeniero naval. Además tuvo un costo familiar grande”.
– ¿Crees que los tiempos han cambiado? ¿Qué hoy te volvería a suceder lo mismo?
“Creo que ha habido un cambio en la Armada y que hay que reconocerlo. Pese a que algunos oficiales que participaron en el allanamiento de mi casa siguen activos”.
– La pregunta del millón: ¿qué fue lo que molestó de tu libro a la Armada?
“En esa época (1993), la Armada negaba toda participación de sus miembros en violaciones a los derechos humanos. Negaba incluso que la Esmeralda hubiese sido un buque cárcel para 1973. Hay que recordar que la Armada fue la más dura contra el Informe Rettig. Y en el libro se señalaba que una orden que vulnera a los derechos humanos no tenía porque ser cumplida. Otra cosa que no gustó fue que se indicaba que si los integrantes de las Fuerzas Armadas hubieran tenido mejor formación moral, las violaciones a los Derechos Humanos no hubieran ocurrido”.
Entrevista publicada originalmente en El Observador de Viña del Mar, en 2006.
Yo estuve en las Armada 30 años. Siendo instructor naval, (hombres y mujeres), divulgué la idea de crear un «MaNual del Instructor Naval»·, ya que yo apreciaba que no todos pueden llegar a formar personas con valores, y en mi caso, estaba rodeado por «·colegas» de dudosa calidad que ejercían muy mala influencia en los alumnos. Finalmente también fui discriminado, aborrecido y hasta denostado por los demás «instructores». El tiempo me dio la razón, y varios de estos personajes fueron removidos de la Armada, algunos por robo, otros por mala conducta e inmoralidad.