Sergio Buschmann: El pije que llegó a revolucionario

11 o 12 años tenía Sergio Buschmann Silva (Santiago, 1942) cuando recorrió durante varios días el enorme campo, de casi 36 mil hectáreas, que su padre poseía en el sur de Argentina. Ese viaje tuvo tintes casi místicos, ya que fue entonces, hospedando en las humildes casas de los “puesteros” (inquilinos del fundo), cuando descubrió su primera vocación: cultivaría un ideario y ejecutaría acciones que fueran en directo beneficio de los más desposeídos. No entendía las diferencias de la vida; el que su hogar fuera cien veces más grande que el los trabajadores o el que éstos colindaran con la miseria. “Con los años ya entenderás”, le dijo su progenitor.

La segunda la descubrió meses después, en el barrio donde creció, cuando asistió a ver una obra de teatro. “Seré actor”, le dijo a su madre. “Eres campesino, vives en la tierra. Ya lo entenderás”, contestó ella.

Aunque ambos episodios llevarían a suponer que el futuro actor y uno de los fundadores del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) no gozaba de la comprensión paterna, para felicidad suya sí la tuvo. Sus padres, herederos de latifundistas y de convicciones derechistas, le brindaron apoyo y amplitud de criterio suficientes como para que entendiera que el camino sólo se lo haría él mismo. Al punto que llegó a ser combatiente, comunista y actor, justo todo lo contrario a lo que hubiesen querido.

Los Buschmann son un clan respetado en Osorno, tanto así que Julio –abuelo de Sergio- tiene una avenida que lo recuerda. En el sur hicieron fortuna colonizando y cultivando, “a la manera correcta y no quemándole tierras a los mapuches como algunos hicieron”, hasta que el padre se marchó a Talca, donde la familia comienza a crecer en los fundos Corillinque y Los Maitenes.

Al poco tiempo, y con Sergio recién nacido, los Buschmann Silva se marchan a Argentina. Allí estaría hasta sus 19 años, entre Buenos Aires y el mentado fundo que le abrió los ojos. De vez en cuando venían a Concón, donde poseían una hermosa casona. Pero su mundo era la nación trasandina. “Yo amo a Argentina. Haber crecido allí significó todo; fue allá donde tuve mi primera idea política y descubrí lo grande que era mi padre, cuando toleraba que mi pensamiento no fuese como el de él”, evoca.

Su sensibilidad artística,  sumada a la creciente vocación por los necesitados, llevó a que Sergio ingresara pequeño a la Juventud Peronista. Debió soportar el golpe de Leonardi e incluso ir a la cárcel, por defender junto a obreros y dirigentes una plaza bonaerense. Tenía 12 años y comenzaba su peregrinaje social.

¿Veía con buenos ojos el padre su tempranera negación de la filosofía derechista? “No.  Para él ser de la derecha era un planteamiento político, no iba a matar a nadie por eso. De hecho, cuando ingreso a la Juventud Comunista, más tarde, me dice ‘adelante, yo siempre soñé que mis hijos tuvieran ideas porque las ideas nobles, cuando uno las ama, te protegen de la mediocridad’ (…) Nunca regaló tierras, pero tenía una gran actitud de humanidad hacia sus trabajadores y los necesitados”, recuerda.

Aún siendo de clase acomodada, Sergio Buschmann crecía leyendo literatura marxista que le hacía bullir las ideas.  En eso estaba cuando un médico, luego de que su padre sufriera un segundo infarto, les ordenara devolverse a Chile ya que sólo así podría vivir unos meses. Sobrevivió 15 años más.

BACK IN CHILE

De vuelta en Santiago, Sergio entró a la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Quiso convalidar ramos que ya había cursado allende Los Andes, pero no fue posible. Empezó de cero, así como también su devenir político en esa escuela dirigida por el recordado Orlando Rodríguez. Eran años de reformas y batallas por democratizar las universidades, y Sergio cayó en el lugar preciso, en el momento justo; aunque comenzó ligándose a grupos de la Juventud DC, terminó yéndose hacia su natural coalición: la Juventud Comunista. Tenía 20 años.

“Mi madre se reía mucho; me decía que no había caso conmigo, porque mis acercamientos políticos iban contra lo que ella creía. Y yo no me iba a acercar al Partido Nacional acá”, recuerda.

Su acercamiento al PC fue obvio, aunque un hecho concreto lo causó. “Habían echado a Orlando Rodríguez, profesor símbolo de todos los alumnos. Resulta que el rector de entonces le prohibió hacer clases por su filiación comunista. Eso me provocó, fue como un ají en el poto que me ligó definitivamente al PC”, agrega.

En la Escuela de Teatro vivió una etapa hermosa, que coincidió con la época más brillante del teatro chileno. Los orígenes de todo. Allí tuvo maestros como Roberto Parada, “el actor más grande que ha pasado por Chile”, Mario Lorca, Jorge Lillo, Carmen Munster, Teodoro Lowell, Carmen Munster y Hugo Miller. También coincidió en las aulas con Leonardo Perucci, Nelson Villagra, Liliana Ross, Silvia Santelices y Héctor Noguera, entre tantos otros. “Salimos muy bien apertrechados. Fue una etapa muy rica y maravillosa”, evoca.

Feliz, de todos modos siempre en su alma había una duda suprema, que lo hacía ahondar en los porqués de la injusticia social. “Me decía ‘cómo cresta elegí arte y teatro’. ¡Si éramos puros cuicos en la Cato! Pero si no hacía teatro me moría. Y empecé a buscar y Orlando Rodríguez me decía que estaba equivocado, porque los grandes del teatro han sido perseguidos por sus ideas en favor de los humildes: Molière, Shakespeare, Acevedo Hernández…” Al final resultó que esos “pijecitos” eran de izquierda. “¡Pero todos!”.

Una vez fuera de la Escuela, montó junto a Américo Vargas “La Mamma”, obra exitosa que lo catapulta en las tablas. Luego recorre Chile con varias compañías, hace radioteatro con Arturo Moya Grau y funda con otros actores las áreas dramáticas de Canal 13, Televisión Nacional y el Canal 9 (hoy Chilevisión). “Pero ahora me tienen proscrito en todos los canales”, se lamenta.

En eso estaba, cuando sobrevino el 11 de septiembre de 1973. Y su alma comenzó a vivir un raro proceso que lo llevó a dejar la paz por las armas…

AÑOS DIFÍCILES

Luego de gozar a más no poder con el triunfo de la Unidad Popular de Allende en las elecciones de 1970, Buschmann vivía días tranquilos como actor consolidado y dirigente nacional de la gente del teatro.

Pero vino el Golpe, la brutalidad y la tortura, y algo hizo clic en su mente. Fue luego de compartir reclusión con Víctor Jara cuando se convenció de que “la Derecha chilena, a la que había defendido y a quien pensaba muy diferente a las brutales derechas del mundo, era igual y peor que todas”. Fue duro el impacto, ya que él provenía de dicha clase.  Lloró en silencio y decidió que empuñaría las armas. “Ya no hablaría más; mientras hubiera dictadura mi vida cambiaba rotundamente y todo pasaría por un fusil”, justifica.

En esa época creó el llamado Frente Cero, donde comunistas –en su mayoría- se dedicaron a organizar grupos armados, participando incluso en milicias extranjeras. Luego, “con el ingreso de radicales, socialistas y hasta democratacristianos”, nacía el FPMR en diciembre de 1983. Durante todos esos años luchó. Debió soportar el rompimiento familiar con la madre de sus tres hijas; aguantar el que su vida se viera destruida por el anonimato y que incluso muchos de sus amigos y compañeras perecieran en esos años. También sufrir el cisma del Frente, cuando algunos compañeros se fueron porque querían seguir siendo una elite y no involucrar al pueblo. Soportó la cárcel durante tres años –estaba condenado a 42 años por el ingreso de armas en el bullado caso de Carrizal Bajo- hasta que se fugó, coludido con otros frentistas como Marcial Moraga y Ricardo Muñoz, y otra vez ingresó al mundo clandestino.

Y así hasta el día del triunfo del No en el plebiscito de 1988. Ese día el FPMR se convirtió en movimiento, se abandonaron las armas y se volvió al trabajo político, asegura Buschmann. “Y nunca volvimos. Aparecieron otros movimientos, que en algún momento se ligaron a nosotros. Pero no tuvimos una sola acción, pasada la noche del triunfo”, explica a modo de disolver rumores que dicen que la célula armada siguió actuando luego del advenimiento de la democracia.

Hoy volvió a la paz. Aunque discute mucho con amigos concertacionistas, asegura no descansar mientras vea que “la UDI, ese grupo de asesinos responsable del terror que aún cunde”, siga sin lavarse la sangre. Pese a que lo suyo es el teatro, su esencia marxista sigue respirando por los poros en busca de la perfección humana, “cuando el Estado vele por el bienestar de todos”. Luego de vivir en Quillota, hace un par de años que está en el Cerro Alegre junto a Bernardita González, su compañera, con quien montó la obra “Vivamos con Violeta y Pablo”, donde él se viste de Neruda.

Aunque su salud se ha visto resquebrajada, su semblante sigue siendo duro y curtido en una lucha –hoy interna- que no cejará mientras la justicia no termine de hacer su tarea.

> Revise los videos sobre la fuga carcelaria que protagonizó Buschmann en 1987 (ver primera parte; ver segunda parte)

2 comentarios

  1. Interesante entrevista a este otrora ícono de la lucha armada en contra la dictadura, pero que -como muchos otros de sus compañeros- perdieron todo sentido y arraigo una vez que la democracia llegó.
    Es un muy buen sitio, amigos, lástima que no lo haya encontrado antes. Seguiré atento, sin duda.

  2. Me acabo de enterar que falleció Serio Buschmann, por favor necesito saber donde va a ser velado y que día es su entierro.

    Muchas gracias

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