Golborne, la derecha y el ascenso social. ¿Es posible?

Pedro GuerraResulta a estas alturas fácil reírse de la política y de los políticos: La reciente campaña municipal ha dejado tras de sí un aburrido reguero de comerciales mal hechos, fotos en colores claros sobre fondos más claros aún, candidatos fotografiados en busto junto a sus referentes políticos más significativos o simplemente pegoteados (como en el caso de algunos candidatos de la oposición) a Michelle Bachelet a fuerza de photoshop. Desde hace años que en materia de publicidad política viene campeando una falta de creatividad apabullante y una estética tan irrisoria y campestre que llega a resultar ofensiva para el votante urbano con más de cinco años de estudios y un ápice de buen gusto.

El tan cacareado video promocional de Golborne encaja a la perfección dentro de este esquema. Visualmente es repelente, poco atractivo, meloso hasta la saciedad, personalista y evidentemente falto de ideas y propuestas. Las “D” son pronunciadas siúticamente y se parece sospechosamente a las presentaciones de power point tan comunes en fiestas de matrimonio, y que suelen conmover a los asistentes y arrancarles unas lágrimas a las viejas que ven en pantalla cuánto ha crecido el niño y cuánto han envejecido ellas.

Pero hasta aquí, no difiere en gran cosa de cualquier otra campaña política, independiente del sector del que venga: Es un producto prototípico de la chilenidad política, muy consecuente por cierto con un electorado maleable y poco instruido. Alude majaderamente al sujeto, no dice gran cosa de sus ideario político, evita relacionarlo mucho con un partido político determinado, y se salta campantemente cualquier alusión concreta a cómo piensa y se enfrenta el candidato a los temas – país más relevantes. Como cualquier otra campaña, procura evitar que el elector piense mucho, y más bien apela a sus emociones y a la capacidad de identificación con un par de ideas matrices más bien vagas y esencialmente intercambiables entre sectores políticos.

Con todo, el video promocional de Golborne es una piedra angular de un debate que Chile no termina de comenzar siquiera, y que tiene que ver con el ADN político de cada uno de los dos grandes bloques y la necesidad de transparentarlo. El video de Golborne, del cual se ha burlado todo el mundo en las redes sociales, no ha sido suficientemente analizado en las mentiras que cuenta y en aquellas verdades que esconde.

Comencemos por las mentiras: Como alguien acertadamente decía, Maipú no es Afganistán ni Somalía. Es más: Posiblemente Maipú ni siquiera se parezca a los cordones de pobreza y marginación, droga y vulneraciones en masa de derechos de la infancia que aquejan a poblaciones enteras del gran Santiago. De manera que hacer pasar al tipo como proveniente de lo más granado de los guettos santiaguinos, casi un logro del capitalismo de bienestar que saca gente de la pobreza a borbotones, es un poco insultante, además de falso. Golborne no proviene, ni de lejos, de los bolsones de pobreza extrema y marginación que se han venido creando desde la revolución neo – liberal en Chile. Simplemente proviene de un barrio santiaguino antiguo, de esos de casas bajas sin antejardín, donde el almacenero o ferretetero de la esquina le fiaba jurel en lata o clavos a los vecinos y los niños jugaban a la pelota en la calle sin temor a que los arrollara el 4X4 de un narco. Si su padre no terminó el colegio es porque se trataba de una época en que ni siquiera era muy relevante hacerlo, y se podía armar un negocio rentable con las patas y el buche. Eso sí, antes de que Cencosud arrasara con cualquier pequeño negocios de retail y comenzara a prestarles plata a interés a los inocentes habitantes del barrio donde creció Laurence. No hay, como se pretende, ninguna hazaña de clase en la historia de Golborne: muchos de los mandos medios y seguramente también de los altos, en nuestro país provienen de clases medias y han transitado exitosamente hacia el barrio alto, a punta de esfuerzos personales pero también de una insoslayable y fuerte inversión pública en educación. Golborne, si se quiere ver debajo del agua, es producto de una época en que el estado jugaba un rol potente en la educación, y es a la vez parte de una coalición política cuyo leitmotiv en la materia es precisamente que el estado se retire de él.

Así, el contexto social en que creció el pequeño Laurence, no se parece en nada al de un flaite de población marginal dedicado al microtráfico o a abastecer de armas a los narcos; ni se acerca siquiera a la realidad de los miles de niños y adolescentes que hoy mismo están internados en un sistema de protección a la infancia incapaz de hacerse cargo de su objetivo. Laurence no pertenece al guetto de marginación urbana y social en que se ha transformado Santiago, y no proviene ni cercanamente de las huestes de pobres que ya no son raquíticos ni patipelados, sino gordos mórbidos y adictos a la electrónica y las bebidas azucaradas que venden en Cencosud. Y su video evita, campantemente, contar, de paso, que las políticas laborales de Cencosud son al menos cuestionables, que Santa Isabel está dentro de las empresas sancionadas por prácticas antisindicales, y que medio Chile cuenta con tarjetitas de plástico y un nivel endeudamiento que puede potenciar un peligroso recalentamiento de la economía. Todos gracias a la dupla Golborne – Paulmann

Lo que el video tiene de cierto es al mismo tiempo la gran mentira que la derecha pretende inculcar con la correcta suavidad. A saber, la idea de que es el esfuerzo personal y el trabajo duro e individual lo que nos sacará del subdesarrollo de una vez por todas. El gran esfuerzo electoral para retornar al poder luego de 20 años de Concertación, hicieron que la derecha se desdibujara en sus raíces ideológicas, por demás en franca convergencia con las de la Concertación. Hoy quizás vuelva a su centro filosófico, y puede que Golborne sea su hombre en eso. Hay en el mundo derechas, como la norteamericana, que han sido más honestas en su discurso en contra del crecimiento del estado, de los subsidios sociales y de las intervenciones públicas que ahogan el emprendimiento privado. No ha sido el caso, hasta ahora quizás, de nuestra derecha criolla. Algo de esa ideología asoma en el video promocional de Laurence: Un hombre (supuestamente de clase media) que en base a su esfuerzo y no gracias a privilegios y subsidios mal habidos, surge desde la pobreza hasta encumbrarse en altas esferas de poder empresarial y político, es el comodín que faltaba, un rol en que nunca estuvieron cómodos Lavín ni muchos menos Piñera. Si bien la idea matriz de la derecha es la del individualismo por sobre el valor de lo colectivo, del esfuerzo personal en hacerse rico en vez de los desafíos que colectivamente nos llevarán a todos a tener lo que necesitamos para vivir, es allí también donde radica su gran mentira.

Lo que no se cuenta es que precisamente son las sociedades en donde el estado es más fuerte, donde la estructura impositiva no solo recauda muchos impuestos sino que además redistribuye mediante una potente red de asistencia social pública, aquellas en donde las brechas sociales son más menores, hay más y mejor movilidad social,el empleo es más estable, el sistema educativo de mejor calidad y más igualitario y el modelo productivo más eficiente y con menor endeudamiento privado. ¿Querrá Golborne que nos parezcamos a eso? ¿O preferirá una sociedad de súper libertades y la desregulación a la americana?.

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