“Si Miguel Ángel no se hubiera transformado en mujer habría llegado a ser un santito popular”

Las remembranzas de rosarios, vendedores y muchedumbre están en la cabeza de Claudia Cordero desde que tenía entre 5 y 6 años, pero sólo de adulta su madre le explicó su origen. Provenían de cuando la acompañaba al cerro que estaba al lado de la casa de sus tíos, en la Población Inés de Suárez, y acudían ver a predicar a un muchacho que decía que veía y se comunicaba con la Virgen María. El protagonista era Miguel Ángel y el escenario de tan increíble contacto era el Monte Carmelo de Villa Alemana.

“Mi mamá me contó que un par de veces nos levantamos como a las 5 de la mañana para subir al cerro. Dice que yo iba feliz, pero como nunca vio nada, se aburrió. Después íbamos de paseo en las tardes nomás”, revivió esta actriz villalemanina, docente, actual ayudante de la cátedra de actuación en la Universidad Arcis y en el Instituto Arcos en Santiago, pero por sobre todo dramaturga de la obra teatral Miguel, un Ángel para Chile, que repasa la vida, legado y entorno en que surgió el “vidente”, que décadas más tarde fue acusado de ser la pieza angular de un montaje de la dictadura militar para desviar la atención de la crisis económica, las violaciones a los derechos humanos y la presión por volver a la democracia.

La pieza fue presenciada por el documentalista y director Esteban Larraín, quien la invitó a sumarse a su película La Pasión de Michelangelo en el rol de productora en terreno, aprovechando su vasto conocimiento sobre la comuna y el protagonista de la historia.

Miguel Ángel volvió de sopetón a su vida cuando tras un tiempo en la capital decidió regresar a la zona. Como pasaba mucho tiempo sola los recuerdos comenzaron a agolparse y decidió indagar primero lo que se había escrito sobre él y luego las experiencias que tuvieron sus contemporáneos, quienes lo conocieron, presenciaron sus “milagros” o la devoción que despertaba.

“Entre el verano del 2008 y su muerte (en septiembre de ese mismo año) había investigado mucho, ya tenía harto material, pero no había escrito nada. Había desarrollado teorías, ideas, para traspasarlo todo a dramaturgia, que no es lo mismo que escribir una crónica. Ahí empecé a trabajar y a convencer a mis actores de que podíamos hacer algo sobre eso y me empecé a dar cuenta de que todo el mundo tenía algún recuerdo sobre él”, apuntó.

Su investigación la llevó a descubrir un detalle lleno de simbolismo. Miguel Ángel vivió en el Hogar Padre Luis Amigo, ubicado en calle Victoria, y lo hizo al mismo tiempo que el tristemente célebre asesino y violador El Tila.

“Esos datos súper pequeños tienen que ver ya con un estado social, de cabros botados, sin familias y todo eso facilita que caigan en estas dimensiones. O son delincuentes o son utilizados. Yo voy más a lo humano”, argumentó Claudia Cordero.

¿Y qué rescataste en tu obra de la vida de este personaje tan enigmático?

-“Habían dos cosas que me interesaban. Una es la figura del ‘huacho chileno’, que se repite en muchos casos de chilenos íconos de nuestra historia y que estaba presente también en Miguel Ángel, que fue un niño abandonado, que vivió en un hogar de menores desde los 10 años y que después pasó a las manos de personas inescrupulosas que lo ocuparon, que se aprovecharon de él, lo que pasaba también porque no tenía a nadie que se preocupara de él, que lo protegiera, entonces lo usaron para este montaje, porque de eso se trata la obra: del montaje”.

¿Estás convencida de que el fenómeno fue montado por la dictadura de la época para distraer la atención?

“Absolutamente, hay estudios que lo corroboran”.

Así siempre se ha dicho, ¿pero qué es lo que te convence tanto?

-“Este fue un fenómeno religioso masivo y hermoso, porque independiente de todo encuentro súper lindo esto de la aparición de la virgen en mi ciudad. Las festividades religiosas en Latinoamérica son un precioso movimiento social, porque son lo que somos nosotros: populares y paganos. Todo fue investigado por la iglesia, que concluyó que pese al movimiento social tan grande que había, no había nada, entonces ¿de dónde podía venir todo esto?”

Pero la simple posición de la Iglesia no es suficiente como para creer que esto fue resultado de un montaje ¿o sí?

-“Es que hay que recordar que había toda una estructura, toda una organización para que la gente viniera al monte, una inmensa difusión en los medios de comunicación en una época en que todo estaba controlado…”

¿Y esa organización no pudo darse de manera espontánea, sólo motivada por la fe?

-“Yo creo que fue por consecuencia. Una cosa se aprovechó de la otra, se fue armando como una bola de nieve, claro que también se hizo evidente de que en algún minuto tenía que parar, porque la mentira no se podía seguir sosteniendo”.

¿Y cómo plasmaste todo eso en tu obra?

-“En mi obra se hace con mucho humor. Las cosas que fueron graves las trabajé desde la sátira. También rescato esto del sentido latinoamericano de los movimientos religiosos, porque creo que si Miguel Ángel no se hubiera transformado en mujer podría haber llegado a ser una especie de santito popular, pero como chilenos tenemos un pensamiento tan machista o tan rígido que no nos permite venerar a un hombre que se transformó en mujer. Hubiera sido bonito que fuera un santo travesti”.

¿Y por qué crees que él decidió renunciar a esa “santidad”?

-“Yo creo que se acabó el show y seguramente le dijeron ‘desaparece’ o ‘sigue tu camino’ y probablemente su camino era ser mujer”.

EL LEGADO

Miguel Ángel es muy importante para una generación que hoy tiene más de 40 años ¿por qué rescatar una historia que quizás muchos jóvenes no van a entender?

-“Por hartas razones. Una, porque para los que somos de acá es lindo guardar y recordar nuestras historias, que son las que nos constituyen como Villa Alemana, como Quilpué, como Limache... es como la Fiesta de las 40 horas, son cosas que son una tradición. Hoy todo se llena de mall, las Farmacias Ahumada están en todas las esquinas, entonces ya no van quedando cuestiones que sean auténticamente nuestras.

También pienso que hay un factor de humanidad, porque se trata de un niño abandonado, que vive en un pueblo periférico, y eso no hay que olvidarlo”.

Cuando comenzaste a investigar Miguel Ángel estaba vivo ¿trataste de contactarlo?

-“Alguna vez se me pasó por la cabeza hacerlo, pero nunca lo hice. Cuando murió supe que estaba en Villa Alemana, porque hasta ese instante yo pensaba que estaba en Maipú e ir a buscarlo allá era pero era difícil. De hecho, cuando estrené la obra me llegaron algunas ‘amenazas’”

¿Sí? ¿de quién, de la familia, de sus travestis amigos?

-“Él no tenía familia. Fueron de los que conformaban la secta que se formó en torno a él, Los Apóstoles de los Últimos Tiempos, y que eran puras abuelitas y gente mayor. Por ejemplo, me llamaban para preguntarme si en la obra había puesto que la Karol (el nombre de mujer de Miguel Ángel) también había tenido hijos. Entonces yo me hacía la amable y las invitaba a que fueran a verla, pero igual me daba un poco de miedo, pero nunca me hicieron nada”.

¿Y todavía hay gente que cree que todo esto fue cierto?

“Sí, aunque yo creo que algún nivel de contenido energético tiene que haber. No sé si Miguel Ángel vio a la virgen o qué, pero algo metafísico debe haber pasado, porque era demasiada la energía que irradiaba y que tenía en el cuerpo para convencer a tanta gente. Creo que también hubo algo de alucinación colectiva.

Una vez me entrevisté con una persona a la que le dicen El Pollito y que estuvo con Miguel Ángel desde que empezó a ver a la virgen. Era como su lazarillo. Había mucha gente muy devota de la iglesia que se reunió en torno a él a orar, a hacer una vida en torno a él. El Pollito fue a ver la obra y le encantó. Me contó desde que comenzaron a crear la capilla, que era gente que subía hasta con comida al Monte Carmelo y aseguró que no eran financiados, que todo se hizo de a poco, que cada uno subía con un ladrillo, con bidones de agua, que hacían ollas comunes. Justo había sido el terremoto (el del 27 de febrero) y me contó que iban a venir otros peores y que nadie los iba a parar porque Villa Alemana no había creído en el milagro de la virgen. Aseguró que iba a venir otro mucho más fuerte y que iba a devastar todo en esta zona”.

¿Tanta es la fe en lo que vivieron?

-“Tiene una fe inmensa, por eso es que de todo lo que he investigado y he visto creo que algo de sobrenatural debe haber en esto. No sé qué. Hubo una manipulación, pero hubo también algo de verdad, a lo mejor fue algo simplemente energético. Eso hace tan interesante el fenómeno”.

¿Y tu, qué crees de lo que pasó?

–“Yo creo que Miguel Ángel en su cabeza siempre vio a la virgen, eso no lo inventó, pero también creo que sí le echaron carbón para que prendiera más.

Un profesor mío del colegio me contó que él había sido profesor de Miguel Ángel en el CREP de Quilpué, en el vespertino. A los 21 años recién estaba en primero medio. Él me contó que un día dio para leer a Pedro Páramo de Juan Rulfo, y al otro día Miguel Ángel llegó con un libro para cada uno de sus compañeros. Eso quiere decir que manejaba ‘caleta’ de plata ¿y de dónde la sacaba? No sé, yo creo que esto todo tiene un poco de verdad, pero nada es tan estricto. Yo creo que es verdad que hubo manipulación, pero también que hubo una carga importante de energía”.

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