Teatro Municipal: Un deber moral

Juan_AyalaKant expuso respecto de los deberes inexcusables, que éstos no pueden ser soslayados por nadie, es aquello que debe hacerse y cumplirse siempre. Una de esas obligaciones es el “Teatro Municipal de los Ciudadanos de Valparaíso”, y no lo titulo teatro municipal, porque ese lugar y ese ambiente harán sentido al porteño, sólo si se plantea como el espacio político que es.

Un teatro no es un edificio, un teatro es un diseño político ciudadano. Desde su origen fue un lugar de encuentro y debate, espacio que visibilizaba los aciertos y defectos, los problemas y virtudes de la polis, hoy, nuestro Valparaíso. Sólo desde ese enfoque las manifestaciones artísticas que allí tomen vida, serán seguidas por el público y los espectadores, las empresas verán una oportunidad, y el gobierno central lo insertará en su agenda.

Al día de hoy, Valparaíso no cuenta con ningún teatro municipal, la capital legislativa, ciudad patrimonial Unesco y sede del Forum de las Culturas en el año Bicentenario, tiene el signo visible de la cultura republicana, lisa y llanamente acéfalo. El terremoto obligó a abandonar el teatro Velarde: esta situación admite tornarla en oportunidad, opción que ninguno de los municipios anteriores vio o pudo ver, tal vez la taquilla no era importante en las urnas. Los políticos deben entender que la cultura rentabiliza a largo plazo, y que la creación artística es pivote y germen de verdadero emprendimiento e innovación.

Si el diseño urbano, arquitectónico, editorial del nuevo teatro, surge de la convicción de que la cultura es un bien ciudadano inalienable, y a la vez un derecho humano como el respeto a la vida y la propiedad, se abrirá un nuevo escenario. El municipio debería asumir la recuperación del teatro municipal como primera prioridad política, de no ser así la región seguirá viendo cómo se empobrecen nuestros ciudadanos, como se siguen analfabetizando, y sobre todo veremos como crece el consumidor que va devorando al ciudadano.

El primer diseño no pasa por escoger el emplazamiento que el mercado urbano permita: un cine antiguo, un templo o centro cultural vacante. El primer diseño debería ser la figura político–administrativa de ese “lugar y ambiente teatro”. Lugar de encuentro y debate para generar un ambiente donde resuenen las voces, ¡todas las voces!, para que el signo que es el teatro municipal lidere al ámbito cultural, y ese liderazgo repercuta en la generación de espacios alternativos tan consistentes como aquel.

Lamentablemente, la mirada retrospectiva nos dice que lo que fue potente y promisorio en su origen, languideció el sueño de los justos. El terremoto terminó por cerrar una etapa, la que no sólo se vio entorpecida por un entorno urbano dañino, sino que también por el alejamiento ciudadano, ello no por la deficiente infraestructura y desperfilada cartelera, sino porque no había un diseño político. El teatro griego si lo tenía, porque allí habitaba el alma de la ciudad, ¿nutriremos el alma de Valparaíso?

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