Voto Voluntario: estratificación social y participación

Gustavo GómezUn estudio realizado por el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Chile, en septiembre de 2011, entrega la documentación necesaria para concluir que la reforma que introduce la voluntariedad del voto en nuestro sistema solo agudiza el fenómeno de la estratificación socioeconómica de los votantes, genera el caldo de cultivo suficiente para la aparición de populismos individualistas y no soluciona el problema de la participación juvenil.

Este estudio, además, se hace cargo (desmiente) del argumento que indica que una reforma de esta envergadura solucionará el problema de falta de participación joven en nuestros escrutinios populares, además, de indicar el riesgo que corre nuestro sistema político con la introducción de una reforma de este tenor.

Veamos:

Hoy los menores de 30 años que no están inscritos en los registros electorales y los menores de 35 que sí lo están, se muestran como los más desinteresados por el sistema político y partidario y los que menor información política consumen . Asimismo, un estudio de 2010 arroja que a casi un 90% de los menores de 30 años no le interesa involucrarse en roles políticos en los próximos 5 años, siendo los jóvenes más pobres y más desinformados los que conforman este grupo. Además, el mayor porcentaje de menores de 30 años dispuestos a “vender” su voto son los pertenecientes al primer y segundo quintil.

Me dirán entonces: ¿acaso no es deber de los políticos encantar a ese porcentaje de jóvenes para que se interese y participe en política? Por cierto, pero el riesgo es grande. Nuestro sistema de partidos es un sistema conservador y tradicionalista que demora mucho en adecuarse a los cambios sociales, por tanto, antes de producir la renovación de rostros y programas, el sistema puede caer en una deslegitimación importante. Además de lo anterior, sumemos que el deseo de conquistar a esa nueva masa de electores puede motivar a muchos a caer en un discurso facilista y populista, lo que debilitaría, aún más, la institucionalidad partidaria y política.

Por último, de no ser obligatorio el voto, y en consideración del desinterés que comulgan los menores de 30 años no inscritos y menores de 35 inscritos, el padrón electoral “convencido” de levantarse temprano un día domingo para sufragar, se reduce considerablemente. El efecto de la voluntariedad produciría un círculo vicioso donde los jóvenes de menores ingresos no participarían. Asimismo, en la Sexta Encuesta Nacional de la Juventud el 65% de los encuestados no inscritos muestra desinterés y desconfianza en la política. Nada indica por tanto, que de ser voluntario el voto mayor será la participación de los jóvenes.

Si el problema a superar es la baja participación de jóvenes en política y la falta de oxigenación del sistema, la inscripción automática y voto voluntario no es la solución. Pareciera ser que un sistema de inscripción automática y voto obligatorio se acerca mucho más. Ahora bien, si el problema es la insuficiencia de nuestro sistema ninguna de estas reformas, sin más, soluciona el problema.

9 comentarios

  1. He leído con atención la columna publicada, así como también otras que tantos más han escrito en relación a esta interesante reforma política que busca, ampliar el universo del derecho del voto en nuestra democracia.

    Los argumentos para juzgar que el voto voluntario va en detrimento en la calidad de los procesos eleccionarios, aún son pobres y cometen falacias no comprobables aún por la experiencia. Esta reforma, por otro lado, nos da el desafío de modernizar las plataformas partidarias, de renovar la agenda programática, refrescar los liderazgos – que anquisolados ya no responden a las exigencias de la ciudadanía – y también, re-crear el sentido de la política, que no es necesariamente el vehículo para la captura del poder.

    Por consiguiente, yo pongo la exclamación en otro aspecto. En Chile la «comunidad política» es inexistente, sumado a una erosión de los espacios públicos y una fragmentación de la identidad nacional. Y es ahí donde los políticos debemos construir, ahí donde debemos colaborar, transversalmente para crear Chile del Siglo XXI. Y ese enfoque, eché de menos profundamente en esta columna y en todas las que he leído.

  2. Informar, amigo mío, que la experiencia que busca esta presente en nuestra LatinoAmerica. En efecto, tanto la reforma constitucional de Bolivia como la introducida el 1991 en colombia, produjeron una fuerte desinstitucionalización del sistema de partidos. Por último, si mal no recuerdo, la votación en Colombia para las pasadas elecciones presidenciales no alcanzo (o supero levemente) el 50% de los que estaban en condiciones de votar. Saludos!

  3. Quisiera poner de relieve la tesis de la obligatoriedad del voto visto como una libertad política. Pareciera ser que los defensores de la obligatoriedad del voto obligatorio se han multiplicado. Y sus argumentos en una primera lectura no solo son razonables, sino que además parecen persuasivos. Por eso me parece relevante desmitificar algunas cosas y demostrar que la voluntariedad del voto no solo es una respuesta preferible por su evidente popularidad, sino que también se fundamenta en sólidos principios intelectuales.

    Para quienes defendemos la libertad de concurrir a las urnas es recurrente esgrimir el respeto a la libertad individual, y parece obvio, pero he leído en muchos artículos y columnas el rechazo tajante a este punto, pareciera ser, según ellos, que los deberes democráticos no constituyen una violación de la libertad. Pero si el estado puede forzar a concurrir a un local de votación o puede sancionarme si no lo hago, entonces hay una clara afectación de la libertad de elección del individuo. Si el voto es una libertad política, su ejercicio debe ser decidido en forma autónoma y no exigido coercitivamente. Si el voto es voluntario, el poder reside en el individuo. Si es obligatorio, en la autoridad.

    Los columnistas han aceptado que el hecho que el voto sea obligatorio afecta la libertad individual, pero, al igual que Gustavo, sugieren que se trata de un “mal necesario”. En efecto, en países donde existe el voto voluntario es más complejo llevar adelante políticas públicas que apuntes hacía la gente con menores ingresos. No me parece necesario entrar en ese debate aquí. Si me parece relevante destacar que se plantea sacrificar la libertad en post de otros valores, como la equidad o la justicia social. Es un camino que ciertamente parece razonable, pero resulta incompatible con el énfasis en la libertad que debieran pregonar los sistemas de valores políticos, en suma, la restricción de la libertad no es aceptable solo por el hecho de generar un mayor bien estar social, esto parece aceptable, desde una visión pragmática o colectivista, pero jamás desde una visión liberal.

  4. Para mí, y varios de la izquierda no liberal, el voto no es una libertad política, sino una obligación político-cívica.

    Interesante discutir sobre la naturaleza jurídica y política del voto. Pero acá,e insisto al igual que lo hice con Alberto, busco desvirtuar argumentos a favor de la Voluntariedad del Voto.

    La discusión sobre su naturaleza, para otro lugar y tiempo.

    ¿es que nadie encuentra virtuosa la inscripción automática y el voto voluntario?

  5. El argumento para cuestionar el voto voluntario es que produce una desigual participación. Hay evidencia, aunque es menos robusta de lo que habitualmente se afirma, que la participación en sistemas voluntarios está correlacionada con el nivel socioeconómico. Aceptando esta realidad, la extrapolación que de ahí se hace a que las políticas públicas van a ser menos sensibles a los intereses de los grupos más vulnerables no se sostiene.
    Hay estudios que han intentado establecer el vínculo, pero son metodológicamente muy débiles. Los estudios de caso no avalan tampoco esta hipótesis. Por ejemplo, para el caso holandés no parece haber habido un cambio del énfasis de las políticas públicas después de 1971, año en que se suprimió la obligatoriedad del voto. Pero, además, los atajos en esta dimensión tampoco son obvios.
    Por ejemplo, en Chile el 20 % de las comunas más vulnerables tiene en las elecciones una tasa de votos inválidos que es más de dos veces la observada en el 20 % de las comunas más acomodadas. La realidad es que hay pocas cosas más sobredimensionadas que los potenciales efectos negativos del voto voluntario. Por ello, la preferencia por el voto obligatorio, aunque muy legítima, no debería ser un obstáculo para avanzar en este proyecto.

  6. Nada nuevo, le evidencia dispoible hace ya algunos años da cuenta de la existencia de políticas públicas más regresivas en aquellos países en que el voto el libre y voluntario en comparación con aquellos en que el voto es obligatorio.

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